martes, 1 de octubre de 2013

Tamashi Hankosha: "Alma Rebelde"

En la sede social de la Villa Don Max se han reunido personas de edades diversas que oscilan entre los cinco y los cincuenta y dos años. Con sus trajes blancos y cinturones de diferentes colores, se preparan para un entrenamiento de karate bajo la dirección del sensei Javier Bastidas. Normalmente entrenan separados por grupos etarios, pero en esta ocasión se han reunido para poder hacer una presentación especial para la revista Sendero Marcial. Mientras esperan a que lleguen todos, los más chicos juegan y los adultos elongan. Finalmente están todos listos y se forman frente al instructor para hacer una reverencia, que éste les devuelve. Hay un silencio absoluto y todas las miradas se dirigen hacia Bastidas, mientras les explica las actividades del día. Uno de los pequeños se distrae, pero el profesor aplaude dos veces y menciona su nombre, recuperando su atención inmediatamente.

El grupo da inicio a un breve calentamiento, acompañado por elongaciones. A un pequeño se le desabrocha el cinturón y el sensei corre a ayudarlo. “Es importante comprender que un niño de cuatro años puede entrar si maneja un vocabulario básico para poder manejar las instrucciones” explica Bastidas, instructor de la escuela de karate Tamashihan Kosha. Benjamín Albornoz, de cinco años, es un claro ejemplo de esto. El entrena hace dos años y dice que a pesar de que a veces le ha costado, vale la pena. 

Aprender a moverse

El entrenamiento pasa por distintas etapas. Primero, el sensei hace secuencias de movimientos, las cuales el grupo imita, finalizando con un grito conocido en las artes marciales como kiai. Luego los alumnos se ponen frente a frente y practican continuamente una técnica, y el instructor pasa uno por uno corrigiendo postura. “Deben estar relajados, en buena postura, pero sin rigidez” les indica el sensei.

Hay momentos en que Bastidas pide a uno de sus alumnos, Nicolás Riesco, que dirija a un grupo, mientras el dirige a otro. Riesco recién cursa octavo básico, pero es uno de los alumnos más antiguos en el dojo. “Esto se ha transformado como en un estilo de vida, entonces yo estoy acostumbrado a venir todos los días, y bueno, a esta hora yo podría estar tirado en mi cama, o en el computador, mirando tele, comiendo, pero prefiero venir a entrenar” cuenta el joven karateka. El adolescente práctica todos los días, y sin embargo logra mantener un buen rendimiento en sus estudios. “El tiempo es como un desafío, pero es cosa de organizarse bien y no pasa nada” aclara Nicolás.

Finalmente pasan a lo que se conoce como kumite, que consiste en aplicar las técnicas contra un adversario en una situación de combate. Tras una reverencia, comienzan a moverse y atacarse, sin embargo se diferencia de una pelea, ya que se hace con suavidad. No se trata de vencer al otro, si no que practicar correctamente los movimientos en una situación más cercana a la realidad. Como dice Bastidas, “hay un trabajo psicológico de por medio en que el instructor va poniendo un método de presión, en donde no haya agresividad, si no que un método de presión de reacción”. El instructor piensa que de esta forma la persona puede alcanzar un nivel básico para poder defenderse.

Defender el cuerpo y la salud

A parte de aprender a defenderse, hay quienes buscan mejorar su calidad de vida a través de esta actividad. Luis Soto, a sus 52 años por fin está cumpliendo su sueño de practicar artes marciales. Tres veces a la semana, tras trabajar como mecánico en la papelera CMPC, llega a invertir sus últimas energías del día en esta actividad que según sus declaraciones, le ha ayudado a mejorar su estado y dejar el cigarrillo entre otras cosas.

También es el caso de Víctor Vargas de 35 años que reconoce que su principal razón para acudir es para hacer actividad física. Sin embargo se ha encontrado que sus años de fumador le juegan una mala pasada ante la exigencia del entrenamiento, pero dice que gracias al grupo de personas de la escuela se ha mantenido motivado. Además comenta que el sensei Bastidas lleva sus entrenamientos “de una manera que es convincente, que le gusta lo que hace y eso también atrae a las personas que estamos acá a ser constantes, a seguir viniendo”.

Adaptado a las artes marciales

Javier Bastidas, al igual que algunos de sus alumnos, se inició en las artes marciales desde pequeño. A los cinco años comenzó a practicar judo, pero no fue hasta los doce en que comenzó a tomárselo con la seriedad que le da hoy en día. Desde entonces ha practicado y estudiado otras artes marciales incluyendo karate y ju jitsu, llegando a ser en ambas 1er dan. También es titulado en historia y geografía, pero ha decidido adaptar su vida para poder dedicarse a las artes marciales al cien por ciento de su tiempo. Sin embargo esto no lo ha mantenido alejado de la historia. “Por cosas de la vida enseñe historia en mis dojos, donde estamos hablando también de la historia de donde proviene todo esto, hay viene harta información y estudio constante” manifiesta el sensei.

Bastidas también tiene una escuela de judo y ju jitsu, la cual también lleva por nombre Tamashihan Kosha. Los alumnos que entrenan aquí, son capacitados para entrar en competencia, sin embargo para este instructor, lo verdaderamente importante es la defensa personal. “Hay dos aspectos de practicar el judo, el ámbito competitivo y no competitivo, yo estoy en el no competitivo. Eso no significa que yo no pueda competir cuando yo lo desee, sin embargo me dedico a la otra parte, lo que es más que nada aplicado a la defensa personal” aclara Javier.

Alma Rebelde

Tamashihan Kosha significa “Alma Rebelde”. Esto no quiere decir que las escuelas del sensei Bastidas fomenten la desobediencia, si no que apunta a algo más profundo. En las palabras de este profesor:

“A veces hay muchas restricciones de la mentalidad occidental de los maestros de que un alumno tiene que ser solamente su alumno, y respetar un grado de lealtad de una forma prácticamente dogmática por decirse militar, sin embargo Tamashihan Kosha plantea la idea de que todas las personas puedan aprender con quienes deseen. El interés principal, es que la lealtad es para los principios del arte: respetar a las personas, contribuir al bien, pero teniendo la libertad de expresarse y de pensar, no de seguir un lineamiento que a lo mejor no va comparado con su persona”.

Javier piensa que hacer consultas, querer superar al maestro, y hacer cosas distintas, no son temas que se deberían castigar, y explica que el alma rebelde consiste en que “la persona por rebeldía quiere aprender más”.

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